España como viejo concepto geográfico

Hasta bien entrado el siglo XIX, «España» (Espanha o Hespanha) era todavía un concepto geográfico equivalente a Península Ibérica y derivado de «Hispania».

España, dentro del Reino de España, ya había adquirido estatus de reino primero y después de «nación política». En Portugal se encuentran autores, como Camoes u Oliveira Martins, donde se refieren a dicho concepto geográfico peninsular.

La imagen inferior está circulando en redes sociales portuguesas, lo que tiene una importante relevancia

Hoy este debate es un debate escolástico que no tiene que no debe tener derivaciones políticas. Ya dejamos claro la conveniencia de los términos Península Ibérica e Iberia.

espanha

El iberismo de Oliveira Martins

La obra de Joaquim Pedro de Oliveira Martins (1845-1894), uno de los historiadores más prestigiosos de Portugal, tuvo una buena recepción en España. A la postre una de sus innovaciones, en su obra «Historia de la Civilización Ibérica», es realizar una historiografía ibérica, superándose así estrechas visiones nacionalistas españolas o portuguesas. Huelga decir que Oliveira Martins vivió una temporada en Andalucía.

ol_martinsPese al gran impacto de su obra, y sus entornos iberistas de la generación del 70 de Coimbra, se desconoce su pensamiento político iberista. En el libro «Alianza Peninsular» (1925) de Antonio Sardinha, cita literalmente textos de Oliveira Martins, de diversos artículos, que paso a reproducir a continuación:

«El antiguo reino de león-Castilla que, completado con la Reconsquita e incorporado en las manos de Fernando e Isabel a Aragón y Navarra, pasó a llamar España, definiendo así el pensamiento de unificación peninsular, que juzgó haber consumado Felipe II; ese reino tiene con certeza el ideal de la unidad; tradición no puede tenerla. Portugal, sin embargo, nunca tuvo semejante ideal, lo que no quiere decir que por el pensamiento de sus Soberanos nunca pasase la idea de efectuar la unión, a beneficio de la dinastía portuguesa, fue constante, a partir de Toro y hasta de Don Manuel, y estuvo a punto de realizarse en la persona del hijo de Don Joao II»

«¿Qué programa aconseja el juicio, en vista de todas estas varias consideraciones, a las dos Monarquías de la Península? El regreso a la tradición de Avís, a la política de cooperación, libre, sin embargo, de recíprocas esperanzas de absorción por el proceso anacrónico de los enlaces dinásticos. Es, al mismo tiempo, la política interna de restauración y regeneración social y económica. En armonía España y Portugal, consiguiendo sanar de las llagas que enferman a ambas (¡también hermanas en esto!), podrían, manteniéndose, mantener el orden en este bello y glorioso rincón del mundo.»

«No es necesario excesiva perspicacia para reconocer que los antiguos motivos que impulsaron a Inglaterra a protegernos contra España, acentuando y prolongando el carácter de oposición que la restauración tuvo, están hoy caudados. Poco o nada importa a Europa que España se componga de dos reinos o que sea uno solo. Para nosotros es evidente que ninguna de las potencias europeas dispararía un tiro en defensa nuestra; es obvio, pues, que el recíproco interés de España y Portugal está en que ninguno de nosotros piense, ni remotamente, en aventuras peligrosos para el futuro de ambos».

«Unión de pensamiento y de acción e independencia de gobierno es, a nuestro modo de ver, la fórmula actual sensata y práctica del iberismo».

La bandera actual de Portugal es la bandera ibérica, según los monárquicos portugueses

Desde 1911, poco más de un siglo de vigencia, la bandera de Portugal tiene los colores verde y rojo. Es la bandera oficial de la República. Anteriormente la bandera de Portugal era azul y blanca. Existen diversas fuentes historiográficas, entre ellas, las monárquicas, que afirman que la bandera verde y roja, actualmente vigente, es la bandera de Iberia.

En el libro «Alianza Peninsular» (1925) del monárquico portugués Antonio Sardinha, exiliado en España, citándose a sí mismo en un artículo publicado en 1917, afirma que existía una conspiración, siete años después de la proclamación de la República portuguesa para que su bandera, con orígenes en el iberismo portugués, fuera reconocida por los republicanos españoles una vez que triunfasen:

«Tal es la genealogía de de la famosa ‘armonía ibérica’, que en el fondo no es más que la República federal de Iberia, anunciada para después de la insurrección -la huelga revolucionaria-, ahora malograda en España, por el doctor don Luis Simarro en la logia masónica celebrada en París el 2 de julio pasado -1917-. Se prometió en ella que, al triunfar los revoltosos, la bandera verde y roja sería inmediatamente reconocida como bandera de Iberia. No se trata sino de una ejecución testamentaria de Gomes Freire. Ya la procuraron dar efectividad los hombres de 1820″.  (…) «Vencedora en España la República, arbolaría la bandera verde y roja de la República portuguesa, cuyos siniestros colores significa la utopía subversiva de la unificación ibérica«

En el blog Causa Real se afirma en un post: «Ibéria -as cores da bandeira republicana» lo siguiente, ilustrándolo con la siguiente imagen:

peninsula banderal

Alguns o dizem e por vezes parece uma lenda de tão incredulo que possa ser, é uma história muito mal contada que está nas fundações do Grande Oriente Lusitano no séc.XIX e na fundação do pensamento republicano no mesmo século. A falta de patriotismo está no DNA dos republicanos, são eles responsáveis pela mentalidade desligada de um povo que no passado foi forte e audaz. Afinal as cores verde que simboliza Portugal e vermelho que simboliza Espanha não são uma invenção, tenho lido um livro de um ilustre Aveirense de seu nome Homem Christo onde na página 129 diz o seguinte :
“(..) apareceu no palco acompanhado por uma criança vestida de verde e escarlate, com uma bandeira vermelha na mão direita e um numero do Rebate na mão direita.
Eram essas as cores da bandeira federal, isto é, da bandeira ibérica. Este pormenor é curioso e explica a preferencia dada pela Republica de 5 de Outubro às cores verde e escarlate sobre as cores azul e branco. Como toda a gente sabe foi Teofilo Braga ( primeiro presidente da republica ) o mais renhido defensor, depois do 5 de Outubro, da cor verde e escarlate. Ora Teofilo Braga foi sempre federal. Isto é, sempre partidario da incorporação de Portugal e Espanha ou – que outro nome não tem empregasse ele os sofismas que lhe aprouvesse – da perda da indepêndencia nacional.”
Monarquicos e Republicanos, Homem Christo. Publicado em 1928
El profesor de la Universidad de Lisboa, Ernesto Castro Leal, afirma en 2008 en el libro «Partidos e programas: o campo partidário republicano português: 1910-1926», que los colores rojo y verde eran los colores del federalismo ibérico:
cita centro democratico
El pensamiento republicano portugués, fundado por Henriques Nogueira, asumía el federalismo iberista como parte de su programa político.
Por si queda alguna duda, el primer presidente provisional de la República Portuguesa, Teófilo Braga estuvo involucrado en el movimiento iberista, tal y como se relata en el estudio sobre el «Iberismo Multidisciplinar«(2016):
En España se seguirán publicándose libros en clave federal y con especial enjundia: “Las nacionalidades” (1877) de Pi i Margall, “Estados Unidos de Iberia” (1881) de Fernando Garrido y “Féderation Ibérique” (1893) de Magalhães Lima, donde describe un reciente encuentro iberista en Badajoz, de carácter republicano y federal. Dicho cónclave fue presidido por el propio Lima junto con Nicolás Salmerón y asistieron abundantes representantes políticos y de la sociedad civil de ambos países. Uno de los cuatrocientos iberistas que justificaron su ausencia, manifestando su adhesión por telegrama, fue Teófilo Braga. Este político y escritor portugués escribió uno de los dos prólogos del libro “Iberisme” (1907) de Ignasi Ribera i Rovira, escrito en catalán.
El prólogo de Teófilo Braga al libro «Iberisme» está firmado en Lisboa en 1907, tres años antes de ser presidente, cuatro antes de la instauración de la bandera ibérica republicana portuguesa y diez años antes de la citada conspiración de Paris para levantar la bandera roja y verde también en España, cuyos precedentes se remontaban a 1820.  En dicho prólogo defiende una «confederación consciente, racional, histórica y democrática» entre «las tres nacionalidades imprescindibles peninsulares: Portugal, Castilla y Cataluña». Además, reconoce el referente histórico y geográfico de Hispania, así como califica de «hermoso ideal» al federalismo ibérico.
El himno republicano portugués clama «contra los bretones» por el ultimátum inglés. La nueva república busca una nueva ubicación geopolítica con escaso margen de maniobra. Del lado español encuentra una monarquía donde el advenimiento de la República Portuguesa despierta intenciones anexionistas, por tanto no iberistas. Planes que son rechazados por las cancillerías francesa e inglesa. Si antes el iberismo era una suerte casamenteros entre monarcas liberales ibéricos, en aquel momento sólo tenía viabilidad con una dualidad republicana.
Avatares de la historia, España y Portugal continuaron desacompasados en sus regímenes. Y fue una vez entrado el siglo XX cuando el iberismo comenzó a estar criminalizado, proscrito y silenciado de forma generalizada. Las actitudes imperialistas del rey Alfonso XIII, en una primera etapa, ayudó a que el nacionalismo portugués anti-español pasase a tener la hegemonía total de la política nacional portuguesa. Franco y Salazar se ayudaron mutualmente mientras alimentaban sus propios nacionalismos con concepciones antiberistas y de profundización del desconocimiento mutuo.
Pablo González Velasco

Interculturalidad ibérica, alternativa al segregacionismo multiculturalista

Este blog se solidariza con los inocentes ciudadanos asesinados en Barcelona y Cambrils. A vuela pluma voy a escribir unas reflexiones:

Cabe preguntarse por qué esos terroristas ponen su perversa y cobarde maquinaria de terror contra el ciudadano de a pie y no contra las autoridades que toman decisiones políticas y militares. Pero hay que hacer una distinción esencial: la mayoría aplastante de los musulmanes son contrarios a matar inocentes. Por tanto, no cabe generalizar.

Cabe realizar críticas a diferentes versiones del islam por totalitarias y oprimir libertades. Ójala haya un día que podamos ver a la mujer árabe en igualdad de derechos políticos y sociales con el hombre, así como ser dueña de su propio cuerpo y su propia belleza. Cabe, también, reconocer que a lo largo de la historia el islam representó -en ciertas áreas- progreso, herencia que asumimos los ibéricos, y una destacable capacidad de integración cultural de los pueblos africanos, tanto en su tierra como en la diáspora.

Cabe entender que haya musulmanes ofendidos por la política de occidente de intervenir en países árabes. Entre los cuales la mayoría aplastante gente es respetabilísima porque condenan la violencia contra la población civil. Algunos tienen odio a esas intervenciones porque estaban más a gusto con los regímenes laicos de Irak, Siria y Libia, otros por las miles de víctimas colaterales y otros, estos sí terroristas totalitarios, porque están bombardeando posiciones del DAESH. En ese sentido Occidente no actúa al servicio de su propia ciudadanía. Si fuera así habrían atacado antes a Arabia Saudí que a dichos países. O por lo menos habría exigido, especialmente a Turquia y Arabia Saudi, la trazabilidad del suministro de armas de occidentales, o de las suyas propias o su financiación, que suelen acaban en manos del DAESH.

Cabe apoyar firmemente a musulmanes residentes españoles que apuesten por modelos interculturales de integración. El Estado y los españoles deben colaborar con esos modelos. Es un error pensar que un multiculturalismo mal entendido, basado en la segregación uniforme de barrios, convertidos en guetos, con un Estado copado por nacionales, vaya a armonizar la convivencia, como así ocurre en Inglaterra, Alemania y Francia. Ceuta, Melilla y algunas zonas de Cataluña presentan estos síntomas. La interculturalidad se basa en la interrelación de espacios propios con espacios mixtos con la cultura nacional y otras extranjeras. La interculturalidad supone preservar todo lo que suponga un aporte civilizatorio y eliminar todo lo que choque contra los valores constitucionales.

Los ibéricos siempre han creado caminos hacia el mestizaje cultural de la interculturalidad y por eso no tenemos -en los países iberófonos- partidos xenófobos en el poder. No es menos cierto que también fue por unos cauces que no siempre fueron pacíficos. En este mundo caótico, los ibéricos debemos demostrar al mundo que podemos proponer un nuevo paradigma en la globalización. No existen pueblos ni religiones elegidas. La paz debe construirse sobre la base de la libertad del desarrollo individual como condición del desarrollo colectivo. El segregacionismo conlleva pérdida de empatía con otros grupos humanos. Sólo con una voluntad de compartir, y de encontrar aliados en cada pueblo, conseguiremos la paz.

Por último, cabe reconocer el apoyo del Presidente de la República Portuguesa y su Primer Ministro con su presencia en la misa por la paz y la concordia en Barcelona. Nos han regalado unas bellas instantáneas de unidad ibérica. Una lección para los tiempos de segregacionismo social y territorial.

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El 44% de alumnos de la Secundaria portuguesa y el 24% del 3er ciclo de Ensino Básico estudia castellano como segunda lengua extranjera

Los recortes han afectado negativamente al estudio del español, según el informe de la Consejería de Educación de la Embajada española en Portugal. El 44% de alumnos de la Secundaria portuguesa y el 24% del 3er ciclo de Ensino Básico estudia castellano como segunda lengua extranjera

http://www.mecd.gob.es/portugal/dms/consejerias-exteriores/portugal/publicaciones/EMEE_Portugal.pdf

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Sobre la indisoluble e indivisible nación cultural ibérica

El artículo 2 de la vigente Constitución española reza: «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas». La diferenciación entre «nacionalidades y regiones» sería el fundamento jurídico del discurso de la plurinacionalidad de España, lo que introduce algunas dudas en cuanto a la jerarquía de dichas naciones y su relación con las regiones y la soberanía nacional. Y quien lleva el discurso hasta las últimas consecuencias, como el caso de Podemos, por pura coherencia está obligado a presentar en público su reforma constitucional o mostrar sus cartas rupturistas.

puzleLa confusión ha llegado a tal extremo que un dirigente del Partido Socialista de Madrid ha sugerido que Madrid se convertiría en una nación, entiendo que lo dice para no ser menos que Cataluña, pero ni siquiera se ha molestado en buscar una fundamentación histórica castellana. En cualquier caso, en ese rio revuelto, los iberistas deberíamos tejer un discurso pedagógico para encajar las piezas del puzle ibérico, siendo conscientes que corremos el riesgo de dividirnos.

En cuanto a hechos culturales y lingüísticos, salvo que se tenga un pertinaz sentimiento localista-particularista-monolingüista, todos debemos reconocer a Iberia como una nación cultural, por sus extraordinarias semejanzas internas, dado que bebemos de las mismas fuentes civilizatorias, hablamos idiomas mutuamente comprensibles y compartimos un privilegiado espacio geográfico peninsular. Dichas semejanzas no presuponen una homogeneidad ni suponen una ofensa a la personalidad histórica de cada territorio.

El vasco sería el único idioma que escaparía a la latinidad hispánica, siendo la más ibérica de todas las lenguas aunque vaya más allá de la Península. No obstante, el País Vasco pasó por una latinización y castellanización incuestionable que forma parte de su cultura.

En cuento a hechos políticos, la nación cultural ibérica está dividida políticamente en Estados (Portugal, España y Andorra) aunque todos formen una unidad cultural indivisible e indisoluble. Dichos Estados están constituidos constitucionalmente en naciones políticas.

Al fin y al cabo, sin menoscabar el plurilingüismo ibérico, existe una nación cultural ibérica, que por devenires de la historia (y otros futuribles), diversos territorios quisieron (y otros quieren) constituirse en Estado independiente. Frente a caprichos de reyes, disputas entre regiones ricas con pobres e intolerancias a nuestra realidad ibérica compartida plural, Iberia debe prevalecer.

Los iberistas deben insistir en la iberidad de los territorios peninsulares (e insulares). Iberia es una nación cultural pluriestatal. El iberismo, en tanto que nacionalismo ibérico, aspira, al final de un proceso gradual y democrático, respetando las soberanías nacionales, como dice la Declaración de Lisboa, a conseguir una «articulación constitucional y confederal de Iberia», es decir, elevar el hecho cultural-nacional ibérico a un proyecto político nacional, donde converjan en pie de igualdad, las naciones políticas de España, Portugal y Andorra.